Cuatro décadas de pasión por el trabajo cercano, desde Las Delicias
Ubicada en el barrio de las Delicias, el negocio está regentado por Raquel, Víctor y María Ángeles Blanco, segunda generación de técnicos ortoprotésicos.
Un mes más, estamos de vuelta con una nueva entrega de reportajes de la sección 'Ortopédicos de Aragón: Cara a cara' cuyo objetivo no es otro que conocer un poco más a fondo a nuestro colectivo, así como poner en valor nuestra querida profesión visibilizando el trabajo técnico, adaptado y casi artesano que protagoniza esta profesión.
Hoy nos acercamos hasta el barrio de las Delicias, en concreto al número 24 de la Avenida de Madrid; donde desde hace unos meses Ortopedia Zaragoza luce un nuevo espacio. Luminoso, amplio, accesible; con una zona de tienda, oficinas, consulta y un completo taller; sus actuales gerentes, los hermanos Raquel, Víctor y María Ángeles Blanco; aseguran estar orgullosos del paso que han dado. No en vano, encarnan la segunda generación de técnicos ortoprotésicos de la familia de un negocio que cuenta con más de cuatro décadas de historia.
Sus orígenes se remontan al año 1980, en concreto a la calle Ricardo Monterde, donde en el número 12, sus padres, Víctor Blanco Ramos (78) y María Pilar Blanco Herbalejo (74) decidieron abrir un taller en los aledaños del ya extinto hospital geriátrico San Jorge, ubicado por aquel entonces en la calle Padre Manjón. “Siempre hemos sido de las Delicias. Mis padres vivían en la calle Unceta, y nosotros nos hemos criado aquí. Somos parte del barrio”, admite Raquel.
Cuatro años después, en 1984, fundarían un segundo local en Soria, que todavía sigue activo, en el 17 del paseo Santa Bárbara y, de nuevo, frente al Hospital General de la ciudad. “Es que teníamos clientes de allí que venían de propio a vernos a Zaragoza por lo que mi padre comenzó a viajar cada semana a colocar corsés, prótesis y a visitar pacientes”, advierte Raquel.
Mientras tanto, el negocio de Zaragoza siguió evolucionando, creciendo y cambiando, igual que lo hacía el entorno de la calle que les vio nacer, que hoy poco tiene que ver con lo de antaño. Por eso, hace un par de años se dieron cuenta de que este local que había albergado la empresa familiar durante cuatro décadas se quedaba pequeño y completamente obsoleto. Tocaba un cambio. “Teníamos claro que queríamos seguir y que queríamos crecer. Era el momento de dar el salto, de mejorar nuestras instalaciones; pero no queríamos irnos demasiado lejos”, añade Víctor.
Hoy, desde su nuevo emplazamiento, con orgullo y mucho cariño recuerdan algunos de los hitos que consiguieron desde un humilde local ubicado en la capital aragonesa. “Nuestro padre se formó en maestría industrial, era tornero fresador. Y llegó al mundo de la ortopedia en junio de 1972, en Amencors, donde estuvo 5 años”, rememoran. De allí pasaría por el Centro Ortopédico, donde estuvo otros tres años, hasta que decidió lanzarse a la aventura de montárselo por su cuenta en marzo de 1980. “En 1982 registró la patente del podoscopio con visualización a color, el cual fabricábamos y comercializamos en toda España, Portugal e Italia durante más de 30 años”, explica Raquel.
Fue precisamente ella; tras formarse en empresariales y en ortopedia, posteriormente, en Madrid; junto a su hermano, licenciado en Bellas Artes y luego en Técnico Ortoprotésico, por lo que desempeña su labor, sobre todo, en la parte del taller; quien comenzó a meter cabeza en la empresa familiar. Hace cuatro años se sumaría María Ángeles, trabajadora social de profesión que hoy se encarga de la parte administrativa.
Las personas, primero
En su tienda encontramos desde sillas de ruedas, andadores o camas articuladas, hasta ortesis, —muñequeras y rodilleras— o bastones. Sin duda, para ellos, el trato con el público y el contacto con la gente que llega hasta sus instalaciones es una de sus prioridades, a parte del trabajo bien hecho. “Me encanta lo que hacemos, sobre todo porque ayudamos a las personas que atraviesan situaciones complicadas. Es muy gratificante”, asegura.
En su taller no solo se realizan ajustes sino que se fabrican, como no podía ser de otra forma, piezas a medida. ¿Su especialidad? Las prótesis de miembro inferior. Porque la ortopedia aragonesa mira con ilusión hacia el futuro, eso sí, sin olvidar sus orígenes y las características básicas de su trabajo. “Internet ha hecho mucho daño. Cada persona es un mundo y lo nuestro es un trabajo manual, artesano y especializado”, advierten.
¿El objetivo de estos hermanos? Jubilarse en el negocio en el que empezaron. “Yo llevo la mitad de mi vida aquí. Esto es un trabajo completamente vocacional, pero si te gusta, es imposible abandonarlo”, concluye Raquel.