Centro Ortopédico Enrique Huertos: la magia de enfrentarse a un reto distinto cada día
Tras 45 años de experiencia, se trata de una de las ortopedias más conocidas de la capital aragonesa.
Abrió sus puertas en el año 1977 muy cerca de su ubicación actual, en el número 5 de la calle Pedro María Ric de la capital aragonesa. Hoy, tras más de 45 años de actividad, el Centro Ortopédico Enrique Huertos es uno de los más conocidos de la ciudad. Regentado desde 1993 por Enrique Huertos (63), en los talleres y experto en protésica; y María Luisa Múgica (58), a cargo de la administración y experta en linfología y presoterapia; aseguran que más que una profesión se trata de ”una forma de vida”.
Fue Enrique quien cogió el testigo a manos de su padre, encarnando la segunda generación de técnicos ortoprotésicos de la familia. “Por aquel entonces no tuve muchas alternativas. Tenía que venir a echar una mano y no me lo pensé dos veces”, rememora. Lo que no sabía es que, con los años, se acabaría enamorando del trabajo que realizaba en los talleres. “Por aquel entonces no había estudios específicos, primero estudié una maestría industrial y luego un año de ingeniería”, admite.
“Reconozco que me empujaron a venir aquí, pero con el tiempo me enganché a este trabajo. Ahora no lo cambiaría por nada del mundo. He disfrutado mucho, y lo sigo haciendo cada día”, admite el zaragozano. ¿Por qué? Porque en los talleres de un técnico ortoprotésico cada día es un reto completamente distinto: “Por más experiencia que tengas, por más años que pasen, cada caso es completamente diferente. Y, sin embargo, no hay alternativa. Tienes que resolverlo”.
El caso María Luisa fue completamente por amor: “La verdad es que yo no tenía nada que ver con este mundo, hasta que conocí a Enrique y me captó”. Así comenzarían una andadura profesional de más de tres décadas.
Como si no hubiera pasado el tiempo en el interior de sus talleres, se sigue trabajando con maestría, como antaño, completamente a mano. Sin embargo, a los acabados tradicionales se les han unido otros materiales y técnicas, como las prótesis mioelectricas -Enrique es uno de los pocos técnicos certificados de Aragón en esta tecnología-, o biónicas. “En este caso, se sustituye algo que no está con un elemento que hace las funciones de aquello que falta, tratando de corregir o ayudar logrando una mejora. Nuestro trabajo consiste en encajar esta pieza al cuerpo humano de forma eficaz, sin que moleste”, explica el profesional.
Otro de los grandes cambios que se han sufrido con los años tiene mucho que ver con la parte más estética. “Siempre hemos intentado distinguirnos a la hora de seguir ciertas tendencias del mercado aplicando técnicas verdaderamente innovadoras como la hidro impresión. El objetivo es tratar de humanizar nuestro trabajo, haciéndolo más cercano”, admite.
Como explica Huertos, que además ejerce de vicepresidente del Colegio Profesional de Ortopédicos de Aragón, el técnico ortopédico no es más que “una pieza de un complejo entramado de profesionales que se dedican a la rehabilitación desde distintos ámbitos y perspectivas”. Hablamos de médicos, de psicólogos, de fisioterapeutas. “Digamos que nos toca trabajar con personas que no están pasando uno de los mejores momentos de sus vidas”, añade.
Un poco de color y cercanía
Algo de lo que sabe, y mucho, María Luisa, encargada de recibir por vez primera a los clientes en su ortopedia. “Hemos pasado de los corsés blancos, los hierros y los agarres, a trabajar con plásticos de colores, texturas y flores. Cuando trabajas con un niño, por ejemplo, la diferencia es abismal”, afirma ella.
Además, en su caso, asegura que lo que más “engancha” de su trabajo es que cada persona abandone el local con una sonrisa. “Cuando el trabajo está bien realizado, y encima se van felices y emocionados a pesar de las cosas de la vida, es muy gratificante. Algunos se convierten en parte de nuestra familia”, añade.
Por eso, en un momento de cambio en el que esta profesión parece pasar inadvertida, Huertos reivindica la importancia de dignificarla y que, por fin, ocupe el lugar que le corresponde también entre la ciudadanía. “Tenemos que trabajar en las carencias formativas, en el desconocimiento, y, sobre todo, en el relevo generacional. Esta es una bonita forma de ganarse la vida”, concluye.